El trabajo que hacemos los neurofisiólogos es desconocido para la mayor parte de los pacientes. Nuestro cometido, sin embargo, es fundamental.
Nos ocupamos de valorar la función del sistema nervioso para detectar si el cerebro, la médula o los nervios periféricos sufren daño o podrían hacerlo. Intervenimos en el momento de diagnosticar a un paciente para conocer, por ejemplo, dónde se está produciendo una compresión nerviosa, o desde cuándo, con el fin de que el cirujano pueda decidir el tratamiento más indicado en casos de mielopatía o estenosis (pues no es lo mismo una lesión crónica, que una compresión aguda reciente). O para monitorizar el sistema nervioso durante una operación quirúrgica, para evitar daños neurológicos.
El radar neurológico
En este último caso es cuando nuestra labor se muestra especialmente valiosa. En una cirugía de columna y una vez el paciente está dormido, se colocan electrodos en sus extremidades que medirán el estado de los nervios y de la médula durante toda la operación, para detectar si pueden estar en riesgo. Es importante subrayar que el funcionamiento de los nervios no se puede “ver”. Se puede monitorizar, pero no se puede “observar”. De ahí que la capacidad de interpretar correctamente la información de la monitorización es decisiva. Así, el neurofisiólogo funciona como una fina antena para el cirujano. Es un radar sensible, capaz de avisar y alertar ante cualquier señal de riesgo de daño neurológico, que podría ser irreversible para el paciente.
El equipo como red de seguridad
Por este motivo, nuestra labor en el equipo de cirugía y, en particular la relación con el cirujano y el anestesista es clave. Todos los miembros del equipo funcionan en base a una relación de confianza mutua. El equipo trabaja como una red de conocimiento y experiencia, cuyo principal objetivo es la seguridad del paciente. Y en esta red, el neurofisiólogo es la vista del cirujano, el encargado de ver lo invisible.
En este sentido, la cirugía de escoliosis es uno de los ejemplos más precisos. Debido a la propia patología, la intervención implica la modificación de la posición de la médula para la corrección de la desviación y, por consiguiente, entraña un alto riesgo neurológico. Es justamente en este tipo de intervenciones en las que los neurofisiólogos desarrollamos un papel muy relevante. Pero en los últimos años nos vemos involucrados en más tipos de intervenciones, como la de patología tumoral. Y cabe señalar que los avances a nivel anatómico y funcional han permitido también realizar cirugías con una mayor y significativa seguridad neurológica.
Al final, nuestro trabajo forma parte de un engranaje en el que todas las piezas son igualmente importantes y decisivas.
En BSI así lo entendemos. Por eso defendemos la práctica de un equipo multidisciplinar aunque todo él con una misma especialización: la columna. Y un mismo objetivo: la salud y la seguridad de nuestros pacientes.